Aquella mañana, Lisa sorbía su café en el patio mientras Coco perseguía mariposas por la hierba alta. La brisa arrastraba el canto de los pájaros y, por primera vez en mucho tiempo, Lisa se sintió presente, no atormentada por el pasado ni preocupada por el futuro. Simplemente… contenta.
Pero esa paz se rompió con un solo sonido. Un chillido agudo y penetrante cortó el aire como un cuchillo. El cuerpo de Lisa se sacudió. El café le salpicó la muñeca, pero apenas sintió el ardor. Giró la cabeza hacia el sonido, con una sensación de terror ya formándose.