Un águila arrebata un cachorro del patio – Los vecinos descubren una imagen inquietante

Lisa tenía treinta y ocho años, había sido abogada de empresa y se había desenvuelto entre rascacielos y dramas judiciales en Manhattan. Se había forjado un nombre, había ganado dinero, había vivido la vida… hasta que su matrimonio se deshizo en cuestión de meses. Lo que siguió la sacudió hasta la médula.

La ciudad que antes adoraba se le hizo de repente insoportable. Los bocinazos, las multitudes, la intensidad… todo era como presionar un hematoma. Lisa necesitaba espacio. No sólo espacio físico, sino oxígeno emocional. Algún lugar donde pudiera exhalar sin juicios ni recuerdos pegados a su piel.