Un vecino le puso la mano en el hombro. Otro le ofreció un teléfono para llamar a alguien, a cualquiera. Pero la mente de Lisa daba vueltas. No quería consuelo. Quería a Coco. Quería rebobinar la mañana y alcanzarla a tiempo. Pero el tiempo sólo avanzaba.
Las teorías surgieron rápidamente. Tal vez el águila era parte de alguna operación ilegal de vida silvestre. Tal vez había confundido a Coco con una presa. Otros culparon a los cambios climáticos, afirmando que los animales se comportaban de forma más errática. Pero nada de eso importaba. Coco había desaparecido y Lisa apenas podía mantenerse en pie.