Lisa colocó suavemente su taza de café sobre la mesa del jardín y respiró profundamente el aire fresco de la mañana. En el césped, Coco, su juguetón cachorro, correteaba alegremente entre las margaritas, persiguiendo mariposas con infinito entusiasmo. Lisa sonrió y tomó un sorbo de café mientras disfrutaba de la tranquila y dorada mañana.
Era el tipo de día que parecía intacto: cielo despejado, brisa suave, pájaros que piaban al ritmo de los árboles. Lisa hojeaba distraídamente sus mensajes cuando, de repente, un fuerte chirrido rasgó la calma. Levantó la cabeza. En lo alto, un águila enorme giraba silenciosamente en el cielo.
El sonido resonó por todo el vecindario. Las puertas chirriaron al abrirse. La gente salió, tapándose los ojos, escudriñando el cielo. Lisa no se movió. Una pesada sensación de temor se apoderó de su pecho. Aún no se había dado cuenta, pero la paz de aquella mañana ya se estaba esfumando.