Su historia se difundió más allá de Glendale y atrajo la atención nacional. Los periodistas acudieron en masa a entrevistarle, deseosos de relatar la angustiosa historia del periodista solitario que descubrió un oscuro secreto enterrado en las profundidades del bosque. Pero a pesar de la nueva fama, Jacob seguía siendo humilde: nunca lo había hecho por reconocimiento. Lo había hecho por el bosque.
Una tarde, cuando el sol se ocultaba tras los árboles, Jacob se detuvo en la linde del bosque y aspiró el aire fresco. El bosque susurraba a su alrededor, vivo y próspero una vez más. Un susurro en la maleza le hizo volverse y, por un instante, juró ver una silueta familiar, un guiño silencioso del bosque que había luchado por proteger.