Entonces se oyó el crujido sordo de unos pasos que se acercaban. Wade se escondió detrás de un tronco musgoso, con el corazón latiéndole con fuerza. El alce, demasiado grande para esconderse, se encorvó en las sombras. Las voces murmuraban: un grupo que regresaba, con tono triunfante. Un vistazo a sus rifles cargados le dijo a Wade que eran el equipo del viajero.
Se agazapó detrás de un matorral bajo, con todos los nervios vibrando de tensión. Su pulso latía con tanta fuerza que temía que los cazadores pudieran oírlo en la oscuridad. El sudor le escocía los ojos mientras miraba entre las enmarañadas ramas, intentando desesperadamente seguir sus movimientos.