Por capricho, Zachary desbloqueó la puerta de servicio y acercó a Daisy a la guardería. Sabía que no era el protocolo y que incluso podrían despedirle si algo salía mal. Sin embargo, algo en los modales de Daisy le inspiraba confianza. Al principio, sólo olfateaba, con las orejas tiesas y el cuerpo rígido.
Cuando un cachorro lloriqueaba, Daisy respondía con un suave gemido. Que los animales se comunicaban era evidente. Contra toda regla, Zachary contuvo la respiración y la dejó acercarse. Lo que ocurrió a continuación se lo robó por completo.