Otros cuidadores hablaban ahora abiertamente. «Son peligrosos, impredecibles. Es mejor empezar de cero con un nuevo programa de cría» Zachary se sentó en silencio, con la ira enjaulada en el pecho. Hablaban de los tigres como problemas, estadísticas, no como criaturas que una vez se acurrucaron contra el pelaje de Daisy como niños indefensos.
El director siguió siendo pragmático. «El experimento sirvió para algo. Atrajo multitudes y titulares. Pero el sentimentalismo no tiene cabida aquí. Los tigres deben ser tratados como tigres» Zachary sabía que era lógico, pero aun así, a menudo sentía un tic de irritación. No lo entendían. Nunca lo habían hecho. Sólo Daisy lo había sabido de verdad.