Ethan se quedó junto al cristal, sabiendo que llegarían preguntas, pero por ahora sólo importaba una verdad: Bella estaba a salvo. Cuando el personal la sacó, se detuvo para mirar hacia atrás. Los leones se pegaron a los barrotes y la siguieron con la mirada hasta que se cerró la puerta. Ethan le acarició la cabeza y le susurró: «Buena chica. Ahora estás a salvo»
El tiempo les hizo avanzar. Se repararon las vallas, se impusieron nuevas normas y se prohibió el contacto. Sin embargo, los rumores se extendían: sobre el vagabundo que había criado leones y los leones que nunca olvidaban. Los visitantes se acercaban al cristal con la esperanza de vislumbrar algún destello de memoria cuando los grandes felinos merodeaban.