A Ethan se le nubló la vista y se le llenaron los ojos de lágrimas. Habían pasado cinco años, pero nada había roto el vínculo. En contra de todas las reglas de la naturaleza, el instinto se inclinó ante la memoria. Bella les lamió el hocico como si saludara a unos hijos perdidos hacía mucho tiempo, moviendo la cola furiosamente a pesar de la lluvia que empapaba su pelaje.
El director se quedó helado, con la cara pálida. «Increíble», susurró. Ethan apenas le oyó. Sólo veía a Bella rodeada de sus leones, viva y a salvo en medio del caos. El alivio lo invadió en oleadas vertiginosas.