Entonces ocurrió lo imposible. El león emitió un sonido bajo y retumbante, ni rugido ni gruñido, sino algo más profundo y familiar. Bella movió la cola una vez y dio un paso adelante. Lenta, imposiblemente, el enorme felino bajó la cabeza y apretó el hocico contra su costado. El pasillo quedó en silencio, excepto por la tormenta. Alguien detrás de Ethan sollozó. Los rifles bajaron.
Los otros leones rugieron desde el interior de su recinto, rasgando los barrotes con las garras. El personal entró en pánico, pensando que el ataque era inminente. Pero cuando las puertas se abrieron por la presión de la tormenta, los leones no salieron con furia, sino en señal de reconocimiento. Rodearon a Bella, rozándola, con un graznido grave en la garganta.