Se dijo a sí misma que volvería a comprobarlo de camino a casa, sólo para limpiar su conciencia. No se trataba tanto de una promesa como de una ganga: una mirada rápida y ya podría olvidarse de la inquietante imagen. Las horas pasaron más despacio de lo habitual.
Cuando recogió sus cosas y volvió a salir, las sombras del crepúsculo se extendían por la acera. Agarró con fuerza el volante. De un modo u otro, obtendría su respuesta: ¿era realmente nada o algo que lamentaría haber ignorado?