El chirrido volvió a sonar. Se quedó inmóvil, tratando de escuchar. ¿Era realmente un bebé? ¿O su mente transformaba los ruidos en lo que temía? No importaba. Si había la más mínima posibilidad, no podía arriesgarse a equivocarse.
Examinó la zanja en busca de señales de alguien más. No había ningún cochecito, bolsa o nota. Sólo estaba el bulto, temblando débilmente bajo el peso del perro. El aire del atardecer le helaba los brazos. Si había un bebé, se estaba acabando el tiempo.