Perro llorón se niega a dejar su manta. Una mujer llama inmediatamente al 911 cuando ve lo que está protegiendo

Le tembló la mano al abrir la puerta del coche. La grava crujía bajo sus zapatos, cada paso se arrastraba con vacilación. Los ojos del perro, dorados en la luz mortecina, seguían todos sus movimientos. No se movió ni pestañeó. Su cuerpo temblaba, dividido entre el terror y la devoción.

Más cerca, Tina vio la manta con más claridad. No era una tela suelta, tirada a un lado. Estaba envuelta, arropada, liada. Como si hubieran envuelto a algo pequeño antes de meterlo en la zanja. El bulto que había debajo subía y bajaba, débilmente, al ritmo de respiraciones frágiles.