Agradeció a los trabajadores su increíble esfuerzo por mantener a salvo a la serpiente y a ellos mismos. Después volvió a la ciudad, donde la esperaban más pacientes. Para asegurarse de que la serpiente estaba bien, la veterinaria hizo una última cosa.
Controló el comportamiento de la serpiente a través del chip que le había colocado. La serpiente se comportaba con total normalidad y la veterinaria podía afirmar que la operación había sido un éxito. Había salvado la vida del animal.