Era un martes gris cuando un hombre apareció en la recepción pidiendo información sobre Olivia Harper. Elise se fijó en él de inmediato. Tenía una energía nerviosa por debajo de unos modales educados. Le entregó un sobre pequeño y le dijo que no podía quedarse mucho tiempo. En el remitente del sobre sólo se leía «A».
La recepcionista llamó a Elise porque sabía que Elise conocía a Olivia. «Hoy no está citada», le dijo Elise, pero la curiosidad la invadió. El hombre parecía inofensivo. Era joven, quizá de unos veinte años, y su ropa era sencilla pero limpia. «¿Podría darle esto cuando venga?», le preguntó en voz baja.