Entonces, una mañana, Elise encontró su nombre en la lista de pacientes del día: Olivia Harper, revisión posparto. Una sensación de alivio la invadió, seguida al instante de inquietud. Esperaba que todo hubiera salido bien y se preguntaba qué haría si no fuera así.
Cuando Olivia entró, sola y con su bebé en brazos, Elise exhaló suavemente. La niña parecía más sana, más tranquila, con el pelo recogido y los ojos más claros. Pero bajo la calma superficial, algo cauteloso seguía parpadeando, como una llama protegida por las manos ahuecadas.