«Es sólo un control rutinario», respondió Elise con suavidad. La mandíbula de Daniel se tensó. «La traeré yo misma más tarde» Los ojos de Olivia suplicaron a Elise que lo dejara estar. En contra de su instinto, asintió y dio un paso atrás, con el pulso acelerado por una silenciosa inquietud.
Mientras la conversación derivaba hacia los horarios de alimentación y el papeleo, Daniel mantenía el brazo alrededor de la silla de Olivia como una advertencia. Elise se fijó en cada detalle: la tensión, el silencio, el modo en que la risa de Olivia sonaba más a permiso que a alegría.