Se le cortó la respiración y, en ese momento, el tiempo se ralentizó. Emily sintió que se le aceleraba el pulso. La bandeja de bebidas se le resbaló de las manos. Los vasos se rompieron en el suelo con un ruido ensordecedor, y ella se quedó inmóvil, mirando fijamente al hombre que tenía delante. Luke.
Su marido. Tenía que ser él. Había visto su rostro tantas veces en sus sueños, en sus recuerdos, ¿cómo podía no ser él? Le temblaron las manos y el mundo a su alrededor empezó a tambalearse. El ruido del barco, las voces de los pasajeros, todo se volvió borroso mientras ella permanecía allí, paralizada por el shock.