A veces Ethan se preguntaba si había ido demasiado lejos. Pero entonces recordaba los años de crédito robado, las noches pasadas corrigiendo los errores de Brad y la sonrisa que seguía a cada aplauso inmerecido. No, decidió. La justicia no era cruel, sólo eficiente.
Una tarde, cuando la oficina se vaciaba, Brad apareció en la puerta de Ethan con una carpeta en la mano. Su habitual fanfarronería había desaparecido, sustituida por una cuidadosa deferencia. «Oye, Ethan», empezó diciendo en voz baja, «si necesitas ayuda con la próxima junta directiva… puedo consultártelo antes»