Un empleado se harta de su odioso jefe y decide vengarse

Brad Collins llegó diez minutos antes, enfundado en un traje de lana azul y falsa confianza. Su corbata hacía juego con su sonrisa de suficiencia. Saludó a todos con firmes apretones de manos y frases vacías: «¡Emocionados por alinearnos!» «Listo para innovar» Lo único más apretado que su traje era su ego.

Ethan entró sin hacer ruido, con el portátil en la mano, y eligió un asiento en el extremo opuesto de la mesa, lo bastante cerca para observar, pero lo bastante lejos para fingir distanciamiento. Abrió una ventana de correo electrónico y empezó a escribir frases sin sentido, un disfraz perfecto para la anticipación nerviosa que sentía.