La versión A era una obra maestra. Diseño nítido, gráficos limpios, proyecciones reales. Era el tipo de cubierta que podía hacer que los inversores aplaudieran y los analistas se sentaran y tomaran nota. Ethan trabajó en ella con su precisión habitual, hasta en la colocación de las comas y la alineación de las notas a pie de página. El orgullo profesional importaba.
La versión B, sin embargo, era arte escénico. Era una mezcla caótica de métricas sin sentido y tonterías inspiradoras. Afirmaba un crecimiento masivo de la «satisfacción del cliente» y proponía la «cuantificación de la empatía» como futuro KPI. En resumen, era jerga, presentada con un aderezo extra de estupidez. El sabor favorito de Brad.