Katherine no descansó. Con Ahmed a su lado, empezó a abrir todos los contenedores cerrados. Una a una, las familias salieron a la luz. Sus ojos, desorbitados por la incredulidad, se llenaron de lágrimas. Había madres con bebés en brazos, ancianos que apenas podían mantenerse en pie.
El barco viró hacia la costa, bajo escolta oficial. En el puerto, ya se había preparado un campamento de socorro de emergencia: mantas, alimentos, ayuda médica. Los funcionarios trabajaban en silencio, muchos visiblemente conmocionados por lo que veían. Katherine y Ahmed observaron cómo desembarcaban las familias, con rostros cansados, pero ya no resignados al silencio.