Permaneció en silencio, sorbiendo café mientras las olas brillaban bajo ella. Por un momento, hubo paz. No había ruido de radio. Ni llamadas de rescate. Sólo el rumor del agua y la lenta respiración del barco. Estas mañanas tranquilas no duraban mucho, pero Katherine había aprendido a saborearlas cuando llegaban.
Después de terminar su café, se dirigió al puente de mando, pasando junto a los miembros de la tripulación que se preparaban para el día. Dentro, las pantallas parpadeaban en silencio. Empezó a comprobar los informes de la noche, las lecturas y los escáneres del sonar. Trabajo rutinario, hasta que un repentino pico llamó su atención. Las boyas costeras habían registrado temblores submarinos demasiado fuertes para ignorarlos.