Escaladores encuentran una casa en la ladera de una montaña y echan un vistazo al interior

La escalada libre había dejado de ser una idea sobre la que daban vueltas. Se había convertido en el siguiente paso. Habían pasado suficiente tiempo aprendiendo los sistemas, confiando en el equipo, comprendiendo cómo se sentía la seguridad cuando estaba diseñada.

Últimamente, sin embargo, hablaban menos de protección y más de movimiento: de control, de equilibrio, de leer la roca en lugar de confiar en el material para perdonar los errores. Esta escalada no fue imprudente. Fue intencionada. Eligieron rutas que exigían compromiso. No atajos, no paredes de práctica.