Años después, Elise sigue caminando por los senderos del bosque. Sus pasos son más pausados, pero sus ojos siempre se levantan al oír el susurro de las hojas. A veces, junto a las suyas aparecen huellas en el barro, grandes, inconfundibles, que desaparecen rápidamente.
Observa estas señales con satisfacción. No quiere buscar a Sombra, pero sonríe y susurra: «Sigo observando», antes de que el bosque vuelva a cerrarse en silencio.