Una mujer cría a un gatito perdido y descubre horrorizada su verdadera naturaleza..

En los días siguientes, los funcionarios peinaron el bosque, colocando trampas, buscando cualquier señal. No aparecieron. Elise guardó silencio, alegando ignorancia. Sin embargo, cada noche se sentaba en el porche a escuchar. Más allá de los grillos y los búhos, a veces juraba que oía una tos grave, distante, vigilante, ininterrumpida por el tiempo.

Los murmullos del pueblo pasaron del miedo a la leyenda. Algunos hablaban de un fantasma negro que rondaba la cresta, guardián de los perdidos. Elise no dijo nada, llevando la verdad en silencio. La sombra perduró en el recuerdo, como prueba de que el amor podía desdibujar la línea que separa lo salvaje del hogar.