Las botas bajaron por la ladera y los oficiales tiraron de Theo para ponerlo a salvo. Elise se tambaleaba detrás, empapada, temblando, aferrándose al aire vacío donde había estado Sombra. Las preguntas llovían con tanta fuerza como la tormenta: ¿qué había visto, cuánto tiempo hacía que lo sabía? No respondió nada, y sólo se aferró a la mano del muchacho como prueba.
La llevaron de vuelta a la ciudad, con los focos iluminando la noche. Sin embargo, cada paso le resultaba más pesado sin la presencia de la pantera a su lado. Recordó sus ojos, su paciencia, su poder. Él había sido más que su secreto, más que un peligro. Había sido su familia. Y ahora ya no estaba.