Sombra gruñó por lo bajo, con los músculos agitados por la tensión de la tormenta. Elise tanteó con su chaqueta y la arrojó río arriba. Se enganchó en una roca, atrayendo los ojos de la pantera. En lugar de perseguirla, Sombra empujó la tela hacia Theo, cubriendo los hombros del muchacho con sorprendente suavidad. Los hombres de arriba lanzaron un grito ahogado.
«Quédate», exhaló Elise, con voz temblorosa. Se agachó y abrió el cuchillo para serrar los cordones empapados de Theo. La corriente aumentó, amenazando con arrastrarlos a ambos. De pronto, Sombra se abalanzó, no contra ellos, sino contra el chico, apoyando su cuerpo contra una roca, protegiéndolo hasta que la ola retrocedió. A Elise le retumbó el corazón.