Ella cayó de rodillas, enterrando la cara en su pelaje. Las lágrimas brotaron calientes y repentinas. Sombra había vuelto a salvarla. Sin embargo, el miedo se apoderó de cada latido de su corazón: ¿qué pasaría la próxima vez? ¿Y la siguiente? El amor la encadenaba a él, pero el miedo susurraba que la cadena podría estrangularlos a ambos.
Elise sabía que el tiempo que pasara con él no duraría mucho. Cada acto de protección no hacía sino agudizar las sospechas. Su mundo se encogía, una mecha ardiendo hacia el desastre. No podía seguir ignorando lo inevitable. Apenas podía contener su necesidad de libertad. Si no lo atrapaban, la gente lo mataría. Se estremeció al pensarlo.