Una mujer cría a un gatito perdido y descubre horrorizada su verdadera naturaleza..

Aparecieron arañazos en los muebles, surcos profundos tallados por garras inquietas. Elise intentó regañar con suavidad, pero Sombra sólo parpadeó con regia indiferencia. A veces, en el juego, un manotazo tiraba tazas de las mesas o le magullaba el brazo. Elise se reía, aunque se frotaba la piel dolorida. El miedo y la devoción se enredaban en su pecho.

Fuera, los susurros eran cada vez más fuertes. Las gallinas desaparecieron del gallinero de un vecino y las plumas se esparcieron como confeti. Otros afirmaban oír extraños gritos por la noche, distintos de los habituales de zorros o perros. Elise cerró las ventanas. Sabía que Sombra ya no podía campar a sus anchas. Tenía que tener más cuidado.