Un gato callejero no para de traer objetos extraños a casa y su dueño encuentra un mensaje oculto

Eliza le siguió, descalza, por el chirriante porche de madera. Orión se dirigió hacia un rincón cubierto de maleza de su jardín, donde una vieja rejilla de ventilación sobresalía de los cimientos. Ella nunca le había prestado mucha atención, suponiendo que conducía a algún espacio de acceso o a un sistema de conductos en desuso.

Observó asombrada cómo Orión se colaba por la estrecha abertura, agitando la cola. Apretando el oído contra la rejilla, pudo oírle maullar en algún lugar de abajo. Ansiosa por perderlo de nuevo, Eliza se asomó al interior. La oscuridad llenaba el estrecho pasadizo y una corriente de aire mohoso le rozó la cara.