Un perro callejero deja caer una hoja en la tienda todas las mañanas – Un día, el dueño de la tienda lo sigue

A medida que las colas se hacían más largas, Pedro se dio cuenta de hasta qué punto Lola se había metido en su vida. Ya no era una cualquiera: era su alegría diaria, su compañera matutina y, sin saberlo, su estrategia de marketing más eficaz. Cada hoja que ofrecía era más que un gesto, era un regalo.

Lola se convirtió en la imagen del negocio de Pedro, literalmente. Un estudiante diseñó una caricatura de ella sosteniendo una hoja, que Pedro imprimió en camisetas, bolsas de comida para llevar e incluso en una pequeña pancarta sobre su tienda. La gente venía por la comida, pero se quedaba por la historia: la historia de Lola. Y Pedro se sentía agradecido cada día.