Un águila se lleva a su conejito del jardín – ¡Lo que descubren los vecinos te dejará alucinado!

Sus ojos permanecían fijos en el tejado. El huerto parecía suspendido en el tiempo, incluso el viento contenía la respiración. Alex se inclinó más cerca, atisbando las profundidades sombrías del nido. El corazón de Samantha latía con fuerza. Sentía como si el peso del momento fuera a aplastarla.

Los segundos se alargaron sin piedad. Samantha se quedó rígida, intentando no gritar. Sus pensamientos giraban en espiral: ¿y si Pablo estaba herido? ¿Y si ya era demasiado tarde? Cerró los ojos y lanzó una plegaria desesperada a la quietud. Por favor, que esté bien. Por favor, que esté vivo.