Levantó la vista, con la respiración entrecortada. Seguía doliendo, todo seguía doliendo, pero Alex tenía razón. Su voz había atravesado la desesperanza de Samantha. Con dedos temblorosos, se secó la cara, respiró entrecortadamente y se levantó despacio. No, no dejaría que este fuera el final. Todavía no.
Justo cuando Samantha se levantaba, su teléfono zumbó con fuerza contra su pierna. Lo sacó, preparándose para recibir más respuestas vacías. Pero esta vez era diferente: había aparecido un nuevo comentario bajo la entrada. Alguien había encontrado un grupo de plumas de águila. Docenas de ellas cerca del viejo huerto abandonado.