Una mujer descubre un búnker secreto en su patio trasero y lo que encontró dentro la estremeció

Aun así, sus vecinos la miraban con extrañeza. No con desagrado, pero sí con una especie de tensa curiosidad, como si volviera a abrir un libro que hacía tiempo que habían cerrado. Una vez, saludó a una pareja de ancianos al otro lado de la calle. Le devolvieron el saludo y cuchichearon a puerta cerrada. Ella prefirió no preguntar.

Durante un tiempo, encontró consuelo en la rutina. Las mañanas empezaban con café y un paseo por el jardín. Por las tardes iba al grupo de lectura de la biblioteca local. Una vez a la semana, trabajaba como voluntaria en la escuela primaria, leyendo a los niños en un rincón de la soleada biblioteca. Por fin volvía a estar en paz.