Tras una pausa insoportable, el director suspiró. «Muy bien. Puede quedarse hasta que termine el curso. Pero pronto llegará nuestro nuevo director y la disciplina será más estricta. Ya no estaré aquí para protegerla» En el pecho de Carol se mezclaron el alivio y el temor.
Esa tarde, Carol se enfrentó a su hija con delicadeza. «Por favor, Diane. Esta vez no te pases. No puedo luchar eternamente por ti. Sólo… intenta estar más tranquila y no armar tanto jaleo» Su voz vaciló. Diane puso los ojos en blanco, pero al final murmuró: «Vale, mamá. Lo intentaré» No era mucho, pero era esperanza.