Diane reaccionó con su chulería habitual. «Supongo que soy tan importante», sonrió. Pero por debajo del sarcasmo, Carol se dio cuenta de que estaba inquieta, de que golpeaba los dedos con inquietud. Su hija no era inmune a la tensión, aunque la disimulaba con bromas. Carol deseaba poder hacer lo mismo.
Ese mismo día, en el supermercado, Carol oyó a dos padres cuchichear sobre la nueva jefa. «Afilada como una cuchilla, esa», dijo uno. «No se olvida de nada» Las palabras la atravesaron como el hielo. Dejó caer una lata de su cesta, y el ruido metálico resonó demasiado fuerte.