Cuando Daniel le dijo que su madre quería darle las gracias, Mia se limitó a asentir. «Dile que le agradezco el mensaje», le dijo. No se regodeó, sólo agradeció el mensaje en voz baja. El poder de Mia se basaba en ser inquebrantable.
La siguiente reunión del consejo de administración confirmó lo que todos ya intuían: El juicio de Mia había salvado la asociación. Su nombre tenía un nuevo peso. Incluso los socios senior empezaron a consultarla. La influencia llegó a través de correos electrónicos con copia e invitaciones programadas.