Esa noche, le contó la noticia a Daniel. «¿Lo has conseguido?», preguntó él, con los ojos muy abiertos. «Mia, es increíble» Ella sonrió, aliviada de que su voz estuviera llena de orgullo y no de envidia. «Tal vez por fin las cosas estén cambiando», dijo. Ella asintió, aunque dudaba que Eleanor lo viera así.
La mañana de la boda, el servicio de catering informó de que faltaba un envío. Los aperitivos llegaron tarde y el plato principal se retrasó. Los invitados empezaron a parlotear en grupos. Eleanor revoloteaba como una anfitriona con preocupación practicada, ofreciéndose a «cubrir» el pequeño desastre.