Suegros presumidos intentan sabotear su boda y ocurre lo impensable

Dos días después, Mia recibió la llamada. La empresa la buscaba. «Nos gustaría que te incorporaras como asociada senior», le dijo el reclutador. Por un momento, no pudo respirar. El puesto por el que había trabajado durante años era suyo, e implicaba supervisar importantes asociaciones, incluido el Grupo Whitmore.

Aceptó con elegancia, con voz firme a pesar de la tormenta de satisfacción que se estaba formando en su interior. No se le escapaba la ironía: la mujer que había intentado borrarla pronto iba a depender de ella para su supervivencia profesional. Aun así, Mia se prometió a sí misma que no se vengaría, sino que establecería sus límites.