Sus ojos se abrieron de par en par y sus manos temblaron al cogerlos. Hojeó las páginas, con la mente en blanco y la respiración entrecortada. «John…», susurró, con la voz entrecortada, apenas capaz de hablar. «¿Qué… es esto?»
Al otro lado de la habitación, John estaba sentado en la isla de la cocina, con las manos alrededor de una taza de café. Su rostro estaba tranquilo, su expresión ilegible. Siempre se le había dado bien ocultar sus emociones cuando hacía falta. Ahora, su quietud era desconcertante.