Pasaron los años y la vida de Rohan encontró un ritmo. Encontró el amor, la aceptación y el respeto, cosas que parecían inalcanzables a la sombra de su enfermedad. Su experiencia le había dado una perspectiva única de la vida, que le hizo apreciar los pequeños momentos, los placeres sencillos que la vida ofrecía. A pesar de las extraordinarias circunstancias de su existencia, Rohan descubrió que los momentos más profundos eran a menudo los más ordinarios.
Su viaje de granjero burlado a maravilla médica y faro de esperanza fue tan extraordinario como esclarecedor. Le enseñó a él, y al mundo, valiosas lecciones sobre resiliencia, empatía y la extraordinaria capacidad del espíritu humano para adaptarse y superarse. Al echar la vista atrás, Rohan se dio cuenta de que su viaje, con todo su dolor y su gloria, había merecido la pena.