La vida que siguió a su extraordinario viaje fue un testimonio de la resistencia de Rohan. Había capeado el temporal del ridículo, había cargado con el peso de una enfermedad sin precedentes y había emergido al otro lado, no como una víctima, sino como un superviviente. Su historia era un faro de esperanza, un recordatorio de lo impredecible que es la vida y de la fuerza del espíritu humano.
El viaje de Rohan no había terminado. Su extraordinaria historia siguió resonando en personas de todo el mundo, arrojando luz sobre los aspectos desconocidos de la ciencia médica y, lo que es más importante, sobre la fuerza del espíritu humano frente a la adversidad.