Su vida, marcada por lo inesperado, era ahora una danza íntima con el universo. Los días que pasaba cuidando los campos ya no se limitaban a la agricultura, sino que eran meditaciones sobre la existencia, las extrañas peculiaridades de la vida y su lugar en el gran tapiz del cosmos.
En cada estación y en cada cosecha, Rohan recogía sabiduría de sus campos, llevando adelante su historia única de resistencia, transformación y compañía silenciosa.