Las burlas que soportó, las penurias que afrontó, todo adquiría un nuevo significado. Su existencia había sido el recipiente de otro, un silencioso pasajero a lo largo del viaje de su vida. Luchó con el peso de esta presencia invisible, la sombra gemela que había sido una parte silenciosa de su vida.
A medida que la rueda del tiempo giraba incansablemente, los días daban paso a las semanas, y las semanas a los meses. El cambio constante de las estaciones, una danza milenaria de la naturaleza de la que había sido testigo innumerables veces, tenía ahora un significado más profundo para Rohan. En el flujo y reflujo del tiempo encontró consuelo, aprendiendo poco a poco a aceptar su extraordinario destino. El conocimiento de que había albergado una vida en su interior, una maravilla tácita, resonaba profundamente, llevándole a considerar su existencia poco menos que milagrosa.