Un hombre se somete a un chequeo rutinario: el médico mira la radiografía y susurra: «Lo siento»

Su cerebro luchaba por comprender la enormidad de esta revelación, cuyas implicaciones alterarían para siempre la comprensión de su propia existencia. La realidad que una vez conoció estaba ahora revestida de una extraña historia que parecía desafiar las propias leyes de la naturaleza.

Mientras su cuerpo se recuperaba lentamente de la prueba física, Rohan se vio sumido en una tempestad emocional. A menudo se encontraba trazando distraídamente la cicatriz que le atravesaba el abdomen, un símbolo táctil de una experiencia tan fantástica que parecía sacada directamente de una novela de ciencia ficción. Cada vez que las yemas de sus dedos rozaban la herida cicatrizada, era un duro recordatorio de una realidad demasiado surrealista para digerirla.