Una mujer sigue a un lobo hasta el mar tras acercarse a ella en la playa: lo que encontró le rompió el corazón

En contra de todo juicio normal, Noemi se quitó la arena de las palmas de las manos, afianzó los nervios y empezó a caminar tras él -a una distancia prudencial-, dejando el tablón donde yacía y preguntándose por qué una criatura que podía matarla en un santiamén quería que la acompañara en su lugar.

Intentó recordar hechos: los lobos evitan a los humanos; rara vez vagan por las playas; un lobo solitario suele ser señal de enfermedad o desesperación. Ninguno de ellos alivió su agarrotada tripa. La compostura del animal sugería un propósito, no enfermedad.