Los bañistas ven cientos de huevos misteriosos en la orilla y se quedan boquiabiertos

En el brumoso horizonte, tres -no, cuatro- formas oscuras flotaban en la superficie del agua. Todas tenían aproximadamente el mismo tamaño y estaban separadas uniformemente. Parecían enormes huevos de color negro mate que se mecían suavemente con el oleaje. Parpadeó y se sentó más erguido, protegiéndose los ojos.

No eran boyas. Demasiado grandes, demasiado lisas, demasiado simétricas. Tampoco eran ballenas: no se movían, no respiraban, no lanzaban chorros. Sólo… quietud. Una quietud antinatural. El mar estaba en calma, pero la visión de aquellos objetos le produjo una sacudida de ansiedad. Arthur recogió rápidamente el sedal, con las manos temblorosas.