Los bañistas ven cientos de huevos misteriosos en la orilla y se quedan boquiabiertos

Lo condujeron a un rincón separado con gruesas láminas de plástico. Una silla. Un catre. Unas botellas de agua. Ningún reloj. Ninguna respuesta. Sólo el zumbido del aire filtrado y algún que otro murmullo apagado procedente del otro lado. Se sentó. Esperó. Pasaron las horas.

Desde donde estaba sentado, podía ver a los demás científicos caminando, tomando notas, señalando tabletas, reuniéndose de vez en cuando alrededor del extraño huevo. Trajeron luces especializadas, desplegaron equipos de exploración, recogieron muestras en tubos sellados.